Uno podría preguntarse, a la vista de todos los casos de corrupción política y empresarial que saltan encadenadamente y día tras día en los medios de comunicación, si existen personas honradas en este país capaces de ocupar puestos de cierta responsabilidad o poder. La respuesta es un rotundo sí.
Claro que han existido y existen personas muy capaces y
dotadas para ello. El problema no radica en que no las haya, sino en que el
sistema las excluye. Sencillamente son inútiles para un sistema que por sus
estructuras básicas de funcionamiento favorece al corrupto, al ambicioso capaz
de saltarse cualquier norma o regla para alcanzar más dinero y poder en el
menor tiempo posible. Pues ese es el mundo que dispone el rodillo del
capitalismo cuando pasa sobre los estados y territorios. Y la globalización ha
favorecido la metástasis de ese capitalismo insaciable. El objetivo de este
juego perverso y malévolo es el dinero y el poder, elementos claramente ligados
e interdependientes.
A quienes están en la cúspide de ese sistema (unos cuantos
privilegiados amos reales del mundo) no les interesan las personas honradas ni
inteligentes, pues pondrían en riesgo sus privilegios. Lo idóneo para ellos es
utilizar a los menos cualificados y con menos escrúpulos, y por tanto más
fácilmente manipulables. A estos, los arrastran hacia "el lado
oscuro" otorgándoles pequeñas parcelas de poder y beneficios económicos
con tal de que mantengan el propio funcionamiento del sistema corrupto. Y estos
siervos con privilegios, que en un mundo de valores y honradez tendrían nulas
posibilidades de triunfar y muy pocas de alcanzar tales privilegios, asumen el
riesgo de que algunos acabarán siendo cabezas de turco que serán ofrecidos en
sacrificio como justificación y método para mantener calmadas a las masas.
En España no lo han podido hacer mejor, ya que además aquí
ya había una casta de privilegiados que no tenían que modificar en gran medida
sus métodos o estructuras vitales habituales, simplemente tenían que entrar en
el juego global, trasladándolo a sus escalas de poder o ámbitos territoriales.
No podemos decir que algunas personas honradas no acabasen sucumbiendo a las
tentaciones y atravesando las fronteras de sus propios valores y ética, pero
muchos no lo hicieron. Sencillamente lo que ocurrió es que esas personas
honradas siguieron trabajando y actuando conforme a sus principios y valores,
manteniendo su dignidad y honor, y llevando vidas humildes. Unos con más suerte
que otros, o más formación y capacidades, pero dentro de unas escalas y
diferencias entre sí normales y razonables. Eso sí, lógicamente sin destacar lo
más mínimo y sin más oportunidades que esa vida de esclavos del sistema con
ciertas comodidades que les mantenían dóciles. El propio sistema, cruel y
agresivo, contribuía a que estas personas se encerrasen aún más en sus vidas sencillas,
no sin frustración pero sin oponer resistencia, dejando el camino libre a los
soldados del "Frente Capitalista Desalmado" (FCD).
De esta forma, el capitalismo se extendía durante nuestra
democracia, llegando a cada escaño de cada concejalía del pueblo más pequeño y apartado.
La globalización perversa que lo favorece, iba allanándole el terreno y lo que
es peor, sin identificarse con ninguna opción política concreta. Se trataba de
dinero y poder con la posibilidad de acuñarle las siglas que fuesen necesarias
siempre y cuando al final se acabasen aceptando sus sencillas pero terroríficas
reglas. De la misma forma, el FCD copaba los puestos en los consejos de
administración de muchas grandes empresas, y por supuesto de las entidades
financieras, otro elemento clave para su expansión y éxito.
En este escenario, las personas honradas pasaron a ser meros
supervivientes frustrados. Inadaptados mendigando las migajas que caían desde las altas
esferas, donde se movían realmente los hilos de todo.
Hasta tal punto ha sido todo así, que el propio estallido de
la crisis financiera o la burbuja inmobiliaria en el caso concreto de nuestro
país, no ha constituido ningún problema para el sistema capitalista. Lejos de
ello, es un simple mecanismo de corrección, y una oportunidad para apretar aún
más las tuercas. El lector no tiene más que ver cuál va a ser el resultado
final ahora que, según nos dicen, empezamos a ir saliendo de la crisis: Más
dinero y poder concentrado en menos manos, la clase media prácticamente
desmantelada y los pobres mucho más pobres. ¿Crisis? ¿Qué crisis? ¡Vivan las
crisis como ésta!...dirán algunos.
Que nadie se lleve a engaño, corrupción, capitalismo y crisis
son fichas del "Juego del Poder", con el que unos pocos se divierten
y disputan cuotas de poder y dinero, mientras que otros, la mayoría, sufrimos
las consecuencias. Creo que sólo una verdadera revolución de las personas
honradas y con dignidad, que expulse a los súbditos privilegiados que
utilizan como siervos los poderosos (sean dichos siervos políticos, empresarios,
jueces o banqueros) y que cambie de sistema restableciendo valores y ética, podrá
devolvernos un futuro de ilusión y de esperanza. Sin sus siervos repartidos por
todos los territorios y estamentos sociales, los poderosos quedarán indefensos
y la Justicia con mayúsculas podrá dictar sus sentencias. Por muchos casos de
corrupción que afloren (que no dejan de ser la punta del iceberg), esto no nos
llevará por sí solo a la solución. Máxime cuando de todo el elenco de corruptos
que vamos conociendo sólo unos pocos acaban en la cárcel, y muy pocos cumplen
condenas acordes al daño que realmente han hecho al país. Tampoco se conocen
casos en el que los declarados culpables por la justicia hayan devuelto el
dinero robado o despilfarrado. Por tanto, la solución definitiva pasa por
deshacerse de la manzana podrida con
todos sus gusanos, o volveremos a tener en breve otra nueva generación de
moscas revoloteando al olor del dinero fácil y el poder.
Apelo a una revolución
de la gente honrada y con dignidad para que salvemos a este país a tiempo, o el
final natural de este sistema pasará tarde o temprano por un colapso que
llevará sin duda al desorden y la violencia, en definitiva, a perder todo
aquello que creíamos recuperado y ganado (democracia, separación de poderes y
estado del bienestar).